jueves, 20 de noviembre de 2014

El Cisne de Hielo


“Bailemos un segundo, bailemos una eternidad"

¿Qué tal?
Alcancé justo a encaramarme en el Cisne de Aniel Bifrost, para que me llevara a una especie de gira mundial con notorias paradas en Nueva York y Rusia, por medio de una nueva historia.
El Cisne de Hielo es para mi gusto un relato maduro y con cierto aire poético, que inevitablemente terminó encantándome con sus elegantes descripciones de ambientes y personas, las cuales me sorprendieron con originales metáforas que refrescaron mi mente de los clichés que se oyen a diario. Aunque hubo una que para mi gusto no cumplió su cometido, dejándome con la idea de cierta pereza oculta en el autor a la hora de describir (decir que la chica iba vestida “para ir a un casino de Mónaco” es lindo y transmite elegancia... pero al menos agrégame el color del vestido, que si no hasta lo puedo imaginar arco iris ¿no?)

Ahora para los curiosos y los que no quieran estar tan perdidos, un mini resumen: La historia inicia con los ojos de Megan, una emergente bailarina clásica que tras fallecer su abuela tiene un encuentro con una antepasada muy vieja en edad, y muy joven en aspecto (¡Premio al que adivine el porqué!). Este encuentro no es casual, así como tampoco la enseñanza que Natasha entrega a su descendiente y a nosotros. No, no la diré, pues sería dar un spoiler tamaño Titanic, pero tal vez más adelante lance algunos guiños por ahí.
El relato me atrapó de un inicio haciéndome avanzar con rapidez por las páginas; si bien llegó un momento en que sentí que perdió su brújula, no alcancé a cuestionar nada pues apareció un ovalado enigma que devolvió mi atención, y como pez tras anzuelo seguí la lectura hasta caer en la verdadera trampa. Y es que el misterio no dura mucho y termina siendo algo evidente, pero en esos momentos no me importó, ya sólo quería saber lo que pasaría con Natasha y su vida misma, quienes son el verdadero atractivo del libro y lo que me motivó a no querer soltarlo hasta el final.

De la trama y personajes, puedo afirmar que la pluma de Aniel se muestra sutilmente versada en temas culturales e históricos, así como revela una profunda ansia de reflexión a través de las vivencias de sus personajes; éstos me parecieron familiares y muy bien perfilados, con claros motores para actuar como lo hacen, y si agregamos que la mayoría son femeninos y trabajados por un autor masculino -como sé en carne propia lo que puede costar el perfilar bien a un personaje del sexo opuesto- (¡y aquí me encuentro con cuatro!) pues, me saco el sombrero.
Por último y no menos importante, aplaudo la forma de compartir el protagonismo entre Megan y Natasha: cuando los focos cambiaron de estrella siempre lo sentí fluido, cómodo, incluso en un momento me encontré viendo la perspectiva de un tercero como si fuera lo más natural, un curioso vaivén que no rompió la conexión en toda la historia.

Así que ya saben, he aquí un libro muy recomendado sobretodo para quienes gusten de historias románticas/dramáticas con vampiros de la vieja escuela. Sin más bajo del cisne y me voy a mi rincón, feliz por este nuevo acierto en la escritura chilena y preguntándome hacia dónde me llevará la siguiente lectura; lo que nunca me cansaré de recomendar: Leer.

Rosas azules para todos.
S. K. Seibert.


martes, 4 de noviembre de 2014

Funeral en Rieles




“El anónimo encubierto”


Como siempre dicen que hay que iniciar las cosas bien, parto esta primera opinión con un libro de un emergente escritor chileno, muy recomendable para mi gusto.
Entre todas las impresiones que me brindó Funeral en Rieles debo destacar y darle mérito al autor, por ser el primer libro entre muchos que he leído, que no menciona la identidad del protagonista. Ok, a simple vista esto sonará para muchos (incluyéndome) un error garrafal; y si bien es algo que desconcierta, el quid que lo convierte en un aporte y no en la falencia esperada es que, contra todo pronóstico esta ausencia de información no molesta, incluso, puede pasarse por alto con facilidad (soy el vivo ejemplo, lo admito). De esta jugada de Michael destaco el que no se mencione ni siquiera en los diálogos manteniendo la naturalidad del texto; así como las opciones que este giro nos puede provocar como lectores: por un lado, la posibilidad de sentirse uno en ese papel y por otro, el poder conocerlo por medio de su estilo de vida, gustos, intereses, metas (y no metas) convirtiendo “al nombre” en un accesorio prescindible.
Recién mencioné la empatía, esa conexión que hace al lector identificarse con los personajes, situaciones, lugares... y la misma abunda en las páginas de Funeral. La descripción de Ciudad Babel y sus áreas vecinas provoca que uno fácilmente pueda imaginarla con sus imperfectos personajes, que poseen tal realismo que uno bien podría esperar encontrarlos saliendo de la casa vecina, o cruzarse con ellos en el supermercado.
Admito que me cuesta encontrar cosas negativas en esta obra. Incluso las que puedo distinguir más que puntos negros, me parecen puntos grisáceos, como la mención de los maizales o la idea de un secreto pueblerino celosamente guardado; aspectos que podrían considerarse poco originales en la temática del terror y suspenso. Pero incluso aquí, estos elementos débiles son usados de tal forma que terminan enriqueciendo la lectura en vez de estorbar.
Y cómo olvidar la trama, factor importante en todo escrito que se precie. Aquí el señor Rivera nos muestra un inicio tranquilo, con tinte policial y quizás hasta flojo según como se mire. Pero, como en el carro de una montaña rusa el enigma se presenta y la tensión aparece cual virus que acompaña en el resto de la lectura, creciendo con cada capítulo y enfermando al lector con esa intriga de querer saber qué acontecerá, culminando con un final “de montaña rusa”: rápido, vertiginoso y abierto en algunos aspectos. Aquí entre nos, me dejó intrigada y pensando si la solución del conflicto fue para mejor... ¿o no?
Hablando de la alcachofa, debo dar crédito a la pequeña historia paralela que nos presentan, tanto por la manera en que lo hace (sin previo aviso y con un giro de narrador) como por el complemento que entrega a la trama principal; este es otro acierto en  originalidad.
Esperando no olvidar nada, cierro mi opinión agradeciendo a Michael Rivera Marín por escribir este libro, así como a la mano amiga que me lo recomendó (y entregó para leer) pues, gracias a ella he logrado tener un buen retorno al mundo de los libros.
Me despido, recomendando al 100% Funeral en Rieles y recordándoles que la única forma de saber cómo es un libro, es justamente así: leyéndolo. Sólo de ese modo se puede tener una propia opinión y decir a ciencia cierta si ha gustado o no.


Saludos a todos
S. K. Seibert.