"Logrado, por
fin, el silencio,
con la imaginación se
van,
tras esa niña soñada,
por un mundo nuevo de
raras maravillas"
Heme aquí,
vestida con mi mejor traje luego de sacar la alfombra roja, lista para abrir el
rincón de los clásicos, donde tienen cabida aquellos libros de los que todos (o
la gran mayoría) supimos alguna vez. Y encontré ideal estrenarlo con uno que
para mí vino con anécdota. Pues, habiéndome visto al menos tres películas
recién vengo a notar que el libro, propiamente tal, no lo había leído. Así, me
armé de un ejemplar y seguí a Alicia en su persecución conejil.
¿Y qué
encontré? Pues ya me dirán qué se consigue al perseguir a un conejo que habla y
mira la hora... Alicia pilló un agujero, yo me encontré con una lectura que
admito, no recuerdo haber experimentado en otros libros. Tan cercana, familiar,
como si en vez de leer estuviera oyendo un relato verbal del escritor. Fue una
sensación nueva que me dejó un buen sabor de boca, y seguramente fue la razón
para que, como en mis lecturas de antaño, lograra atraparme de tal forma que
terminé devorando el libro en menos de dos días.
El País de las
Maravillas que Lewis Carroll me
presentó lo encontré como un revoltijo de la más ridícula incoherencia, junto al
más profundo de los análisis. Y es que destaco la inteligente creatividad del
autor y la obra misma, que a pesar de la locura aparente que muestra en sus
personajes y situaciones, sorprende con el sentido que les da a los mismos.
Incluso la eterna merienda del Sombrerero tiene su razón, así como el porqué la
Reina de Corazones aún posee súbitos en su afán de cortar cabezas. Aparte de
ésos diálogos que, a mi parecer, ocultan una reflexión a modo personal, como el
famoso “¿Quién eres tú?” de la Oruga,
o el Gato de Cheshire y su genial forma de dar –o no dar– indicaciones:
“-Minino de Cheshire ¿podrías decirme por favor qué camino tomar para
salir de aquí?
-Eso depende en gran parte del lugar a donde quieras ir.
-No me importa mucho el lugar.
-Entonces poco importa el camino que tomes.”
En los
personajes no hay mucho que decir, aparte que todos están locos (¿o no?) Reconozco
que eché de menos un poco más de descripción o perfiles, pero dado el contexto
admito que no era necesario. Y en los casos que sí, se dio en su justa medida,
siendo la prota el mayor ejemplo. Sin que me la describieran derechamente, pude
notar que es una niña muy curiosa, muy parlanchina y muy metepatas, sobretodo
con la lengua (y para su mal, se encuentra con personajes que se ofenden fácilmente).
Aquí no puedo dejar de mencionar al que se convirtió en mi favorito: “la pobre
Lagartija Bill” –citando al mismo autor– que me sacó más de una risa en su
secundario rol “quemado”, siendo el típico caso del personaje al que le pasan
todos los chascarros.
Sin más, sólo
me resta recomendarles plenamente esta gran obra del autor británico Lewis Carroll; definitivamente el libro
es mejor que cualquier película y ahora puedo dar plena fe de ello. Dicho esto
me voy a mi rincón, donde me espera la Oruga azul con un té para seguir con
nuestras discusiones filosóficas sobre la vida misma.
¡Buenos libros para todos!
S. K. Seibert.
Lo leí la semana pasada, cansado de que me usaran metáforas relacionadas al libro y no entenderlas. Y me llevé el mismo buen gusto de boca que describís.
ResponderBorrarLo que me dijeron es que el autor juega mucho con el lenguaje, muchos juegos de palabras difíciles de traducir. Así que mi próxima experiencia va a ser leerlo en inglés. Pero ahora a encarar Alicia a través del espejo.
Muy buena la reseña, para repensar una lectura que todavía tengo dando vueltas en mi cabeza.
Gustavo N.-
pd: por alguna razón la oruga fue mi personaje preferido, me sentí bastante identificado. No sé cómo hablará eso de mí.
A mi también me gusta mucho! Aunque me divierte bastante el gato. XD
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