domingo, 18 de febrero de 2018

Kuyen

Tanta pincelada y ningún trazo

¡Hola a todos!

    Aquí me tienen, trayéndoles un querubín que remeció a mi lector masoquista interno.
    Kuyen, la novela del autor chileno Roberto Fuentes, con la editorial Nube de Tinta, nos muestra en un relato de primera persona a una jovencita mapuche, quien está quedándose con su madre en la casa de barrio alto que ésta cuida. Dentro de esos días conoce a Luna, una chica diferente al resto y que asegura ser una viajera intergaláctica con una misión.

    Bien, bien, no es el mejor de mis resúmenes, pero intentaré ser neutral y comenzaré por lo bueno del libro: al ser el segundo de una posible trilogía o saga, me gustó que se pueda leer de forma independiente. Y que contra todo pronóstico se lea rápido; sin ser entretenido, no se vuelve un martirio cuando de avanzar se trata. Ahora bien, habrán adivinado que el libro no me gustó... y es que no encuentro nada más que rescatar. ¿Personajes, narración, trama? Para ultra resumir sus problemas, es como si los hubieran juntado a todos, y pasado una máquina aplanadora por encima.

    Veamos, la historia podría esquematizarla en: Kuyen conoce a Luna, se va al sur, Alonso se hace amigo de Luna, Kuyen vuelve, Luna se va y Kuyen también con su mamá.... Y ¡Ta dá!... Peligrosamente parecido a ese ultra ignorado cuento de Pedrito yendo a comprar pan y luego a la plaza a jugar con Jaimito.
   No tengo nada en contra de argumentos simples, de hecho grandes obras tienen resúmenes tan simplones como el que di, el quid está en cómo se cuenta la historia... y en este libro el ritmo de la misma va tan movedizo como un temblor grado 0, ya que Kuyen narra de forma tan impersonal, que parece una declaración de hechos, más que alguien contando su vida; por ejemplo: Dice que hay un chico que le gusta y hasta el final del libro no supe qué era lo que le atraía de él -amén que interactuaron bien poco, debo decir- y... ¿hola? le afectaba tanto como si un desconocido le preguntara la hora. Con Alonso tuve un respiro, en su arco al menos sí me sentí leyendo un diario de vida, con esos toques frescos y disparates de confianza. Aún así a nivel general, el relato no salió de ese espiral plano, sólo que con Kuyen se notó más.

    Aprovechando las menciones del parcito me meto con los personajes que, por suerte no fueron tan aplanados, aunque tampoco salieron bien parados. Rescato a dos excepciones, una es Alonso, a quien no sólo sentí más espontáneo, también pude conocer sus gustos y carácter, que fue más coherente (al menos reconoció estar confundido y no enamorado, en su momento). La otra excepción vendría siendo la mamá de Kuyen, a quien en las primeras líneas la sentí forzada en un rol de “mamá mala, resentida con su hija, gruñona, etc”. Si bien no aparece mucho, tiene su espacio para mostrar las razones de porque actúa como lo hace, y aunque algo rápido (creo que merecía más líneas) fue suficiente para sentirla mas estable y creíble. Personalmente, en vez de rabia me dio extrañeza al inicio y pena después por su situación -aún encuentro exagerado el comentario que le dio el papá de Kuyen cuando pasó lo del abuelo-; lo que me alegró es que se aclarara que no era una "bruja" a secas porque sí.
    Con los otros personajes... bueh... Kuyen se nos presenta como una jovencita orgullosa de sus raíces mapuches y citando al libro: "estoy por cumplir 14 años, pero siento que he vivido muchos más. Unos mil"; una chica que pese a su edad tiene una seguridad y madurez mayor. Pero avanzamos el libro y vemos que de eso nada. La invitan con todas las de la ley a una fiesta juvenil, y ella solita se siente fuera de lugar porque se persigue asumiendo que todos la miran y tachan de "picante". Se queja de la discriminación, pero al final ella termina haciéndola con sus padres, por ejemplo, al dejar en claro “tiene un lazo especial” con su papá, sólo por ser mapuche.. Amén que ante casi todos los comentarios respecto a "su gente" reacciona defensiva, como esperando que sean malos. Dios, el chico que le gusta le dice que la encuentra linda, y ella lejos de alegrarse o avergonzarse (algo normal para su edad) le sale con un "¿Crees que por ser mapuche tengo que ser fea?"... y unas pocas líneas más abajo declara como conclusión personal "Hablar de mis orígenes no tenía porque ser algo grave"
    Con Luna sólo diré que me decepcionó, por si sola podría haber dado una muy buena cuota de intriga a la historia, pero sólo fue "la loca a la que nadie pesca mucho".... Ni Kuyen le da tanta fe cuando dice ser quien es. Al final lo único que queda claro de Luna es que viene para cumplir una misión, de la cual era importante que conociera a Kuyen... Según la misma Luna:
"Eras la indicada para enseñarme más de la divinidad, de cómo piensan ustedes, cómo ven la vida después de la muerte, esas cosas"

 Okeeey... a mi ver nada de eso se cumplió, a lo mucho Luna vio de Kuyen su amor por la naturaleza, lo que no va al caso tampoco. Dicho en una frase, Luna pudo no estar y las cosas habrían terminado igual.

    Del resto no se mostró mucho, aunque con algunos personajes en ciertos momentos se desperdiciaron oportunidades de saber más de ellos, además de enriquecer puntos de la trama que al parecer, querían tratarse pero se quedaron en la intención. Si, hablo del conflicto de identidad de Javiera, algo que se deja entrever pero no se habla más del tema; o la gran evasiva que hizo el cura Ignacio cuando se le preguntó su opinión sobre la homosexualidad: vale que quedé plop con eso de "es para largo y mejor les hablo sobre el grupo de talentos que quiero formar en la parroquia"... ¿es en serio? se mencionan temas densos, como ése y la religión, junto al despertar sexual de los personajes, temas serios, pero taaan por encima, y otros tan forzados (¿¿por qué carajos lo primero que pensó Kuyen cuando Luna le pidió que cerrara los ojos, fue que iba a besarla??), que la verdad no entiendo porqué sacarlos a colación si no se van a tratar.

    Lo mismo va para otro detalle, reconozco que pensé que con una protagonista mapuche, el libro me mostraría más cosas de la cultura, ya saben, aquellas que no se pueden pillar fácil en revistas o internet (si, lo he intentado), ¿pero qué encontré? una que otra palabra en mapudungun, un fugaz comentario sobre los instrumentos musicales, alguna poesía por ahí... y sería todo. No, la conexión que Kuyen decía tener con la tierra, los árboles y todo eso no me la trago como algo exclusivo de los mapuches, a lo más algo de ella sola... o hasta de un espíritu ecologista le creo más. Y a la miéchica que viviera en Santiago, se fue por todo un capítulo... ¡un capítulo! al Sur con su padre a ver a su familia mapuche, la oportunidad de oro para mostrarnos esos detalles de lo que hablé... y en su lugar el autor nos deja en Santiago, con Alonso y cómo empieza a juntarse con Luna. ¿De verdad?
¿Cuál es el afán de crear un personaje mapuche, tan "metido" en su onda mapuche, sin mostrar nada destacable de la cultura? Necesitaba preguntarme esto...
    Sobre recomendarlo, para los que no se imaginan la respuesta: no lo hago. De todas formas sé que los rebeldes de corazón y los que quieran tener su idea propia, no me harán caso. A ellos: toda la suerte del mundo y ojalá compartan su opinión en algún momento.

¡Feliz lectura para todos!
S.K. Seibert.